Entrevista a José Luis Iglesias Prada

Entrevista a JUAN LUIS IGLESIAS PRADA,
Langreano de Honor 1977.

Por : Julio José Rodríguez Sánchez

   ¿Madrid está lejos, pero no tanto como para haber secado las raíces langreanas de Juan Luis Iglesias Prada. Cernuda, puede explicarnos muy bien la vinculación existente por encima de lejanías: «Raíz del tronco verde, ¿quién lo arranca? / Aquel amor primero,¿quién lo vence? ¡tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida, / tierra nativa, más mía cuanto más lejana?» Juan Luis, curriculum profesional y humano hecho con ahínco, constancia y generosidad, nos ofrece su abanico personal en un friso de gran interés. No sólo su peregrinaje por el mundo de la cátedra, o de su vida de trece meses a la vera de un Ministerio, son imán, sino que otras facetas profesionales y humanas aquilatan la personalidad de nuestro Langreano de Honor más joven.

    - Háblanos de la aventura de un langreano que ha jugado un papel importante en una época tan sugerente como la de los primeros pasos de nuestra transición política.

   — No he sido un hombre importante en aquella primera hora de la transición, aunque sí quiero decir que la viví con especial interés y con pasión, puesto que desde que tuve capacidad para pensar políticamente deseaba llegara el día que exigiera una respuesta a la difícil situación en que podía verse envuelta España al fallecimiento del General Franco.
   Confieso no haber tenido directamente una responsabilidad concreta en la transición política española, pero sí tuve conocimiento de cómo se desarrollaba, y en la medida que tuve oportunidad, le presté todo mi apoyo, desde un cargo, como el de Director General Técnico del Ministerio de Educación.

   - Pero desde este cargo...

   — Sí, es lo que te digo, que presté mi modesta colaboración desde un puesto ciertamente de confianza, pero desde un Ministerio que tampoco tenía directamente una responsabilidad política. Por otro lado, y es un dato importante, no militaba en ningún partido de los que se estaban gestando, estado en el que continué, y aún sigo, lo que pudo significar tropezar con alguna dificultad para tener acceso más directo a las grandes cuestiones que en aquellos instantes se debatían, no obstante también pudimos contribuir a la consolidación de aquella transición histórica, desde el campo concreto de la Administración.

   - Esos trece meses que ejerces como Secretario General Técnico del Ministerio de Educación van a suponer mucho para Langreo. Vayamos entonces por partes. El Instituto Politécnico de La Felguera...

   — La conversión del antiguo centro de Formación Profesional en Instituto Politécnico Nacional, fue una gestión que recomendé vivamente al entonces Director General de Enseñanza Media, ya que aunque era un asunto anterior a mi llegada a la Secretaría General Técnica, se encontraba varado. Aquellas gestiones sirvieron para ponerlo en marcha y conseguir esa elevación de categoría. Arroyo Quiñones, días antes de Navidad, me llamó para darme la noticia del cambio conseguido y brindármelo como un regalo, ¡qué gran regalo para todos los langreanos!, navideño.

   - Luego está el colegio de Educación Especial que con indudable acierto el ex-alcalde Maximino González Felgueroso propuso al Pleno llevara tu nombre.

   — Fue éste un detalle que me satisfizo mucho y que agradezco vivamente por cuanto significa. Cuando se inauguró este colegio puse de manifiesto cuáles fueron las razones que me indujeron a insistir una y otra vez en la necesidad de que el Valle del Nalón contara con un centro de estas características, aspiración ésta que compartían muchas personas antes de llegar yo al cargo. El convenio que en su momento se había formalizado con la Dirección del Instituto de Educación Especial, precisó de constantes y numerosas gestiones para llegar a su concreción.

   - Sabemos que tu vinculación con el centro es muy grande, que incluso colaboras enviándoles cosas...

   — Mantengo contactos periódicos con la dirección del centro informándome cómo se van desarrollando las actividades del mismo y trato de compartir los problemas que surgen para resolverlos; aporto incluso una pequeña cantidad económica para los actos de fin de curso al objeto de que sus alumnos puedan tener algún recuerdo. Lo que en definitiva persigo es mantener una forma de contacto directa con el centro ya que no puedo contentarme con que el colegio lleve solamente mi nombre.

   - No puede olvidarse tampoco la creación del polideportivo del instituto «Jerónimo González» en el que jugaste un papel igualmente decisivo para su consecución.

   — Mi gestión en este asunto se produjo a instancias de Florencio Friera, un buen amigo, quien por aquel tiempo dirigía el instituto «Jerónimo González». Un día me comentó lo necesario que resultaría contar con un polideportivo que viniese a completar las instalaciones escolares en la zona de Los Llorones lo curioso fue que las gestiones, en gran medida, debía llevarlas a efecto una vez había salido ya de la Secretaría General Técnica, pero las excelentes relaciones que mantenía con el nuevo equipo, así como con el propio Delegado Provincial de Educación, Arturo García, sirvieron para que el polideportivo saliera adelante, gracias a su preocupación por el mismo.

   - Incluso lanzaste la biografía de Miguel Ángel Lombardía que escribió Luciano Castañón y que yo mismo tuve el honor de presentar aquí en Langreo...

   — Como titular de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Educación me competa presidir el consejo de administración del Servicio de Publicaciones del propio Ministerio, y creí justo y oportuno que Lombardía figurara en la colección de «Artistas españoles contemporáneos». En esta colección ya se había editado la de Eduardo Úrculo, langreano de adopción. Entonces lo que hice fue promover, dentro de la relación de artistas de los que debían publicarse sus biografías, la de Miguel Ángel, a quien ya conocía desde niño y cuya trayectoria artística seguí siempre con un enorme interés.

   - Creo recordar que llegaste a firmar el expediente de convalidación de los estudios del hijo de Santiago Carrillo, ¿no?

   — Efectivamente es una anécdota que no me parece haber comentado. Firmé aquel expediente porque tenía firma delegada del ministro para convalidar los estudios extranjeros, y el hijo de Santiago Carrillo, profesor de la Universidad española hoy, venía con su expediente, creo recordar que de una Universidad de París, y no hubo problema alguno en convalidarlo.

   - Aurelio Menéndez fue quien consiguió llevarte a un cargo político, aunque en la escala de la Administración y cuya amistad le hizo incluso estar en la inauguración del colegio de educación especial que lleva tu nombre, ¿Verdad?

   — Si existe un dato singularizador de mi etapa como Secretario General, éste fue el de haber sido un colaborador directo, inmediato, del ministro Aurelio Menéndez. No sólo por razón de las funciones del propio cargo, sino también por la confianza personal que siempre me ha dispensado y la relación de colaboración que hemos mantenido desde que comencé a su lado mi formación como profesor universitario.

   - Concluida aquella experiencia ¿No surgieron posibilidades de tu retorno al ruedo político?

   — Al cesar como Secretario General Técnico, se me ofreció ocupar un gobierno civil de cierto relieve. No dudé en mi negativa. Había ido al Ministerio para colaborar con Aurelio Menéndez en el desarrollo de la Administración educativa durante el período de la transición política. Concluida ésta, y producido el cese de Aurelio Menéndez, no tenía sentido para mí abandonar el Ministerio para dedicarme a otras actividades políticas. No eran, fundamentalmente razones políticas las que me habían llevado a    ese cargo, y no estaba en mis objetivos inmediatos la continuación por tales derroteros.
    Después del período de intensa actividad al frente de la Secretaría General Técnica, lo que deseaba era retornar a mi lugar de actividad natural y vocacional: la Universidad. No puedo asegurar que hoy, aquejado ya de cierto desánimo en las tareas universitarias, la decisión hubiera sido idéntica. Aunque probablemente sí, pues la Universidad aún constituye mi primer proyecto vital.
   Posteriormente, y esto ya lo comenté contigo en alguna ocasión, en los años 1980-1981, existieron algunos ofrecimientos para volver al mismo puesto en el Ministerio. No me sentí animado a aceptarlos, aunque los agradecí mucho.

   - Aquella etapa de trece meses fue pródiga en hechos de relieve. Háblanos un poco de ellos.

   — Durante mi paso por la Secretaría General Técnica se negociaron los primeros convenios culturales con países del Este desde la instauración de la Monarquía democrática.
   Aunque el peso diplomático de la negociación correspondía al Ministerio de Asuntos Exteriores, de la Secretaría General dependían los aspectos técnicos del mismo.
   Formé parte de las comisiones negociadoras e incluso viajé a Praga y Budapest para estar presente en la firma del convenio con Checoslovaquia y Hungría. No pude, en cambio, asistir, por razones de trabajo, a la firma del convenio con Polonia, que también se negoció durante aquellos meses. Precisamente me encontraba en Praga, negociando el convenio con Checoslovaquia, cuando nos enteramos de la legalización del Partido Comunista.
   Igualmente viajé acompañando al Ministro de Educación a Nairobi, donde a finales de 1976 tuvo lugar un congreso mundial de la Unesco.

   - ¿Cómo sintetizarías lo que supuso esta experiencia en el Ministerio?

   -Diría que ha sido una etapa de mi vida especialmente enriquecedora, tanto por la experiencia política que me proporcionó, como por el conocimiento que obtuve de los problemas de la administración educativa, así como por las relaciones y problemas personales que allí surgieron y posteriormente he conservado. A pesar de sus tensiones, abundante trabajo y vertiginosa actividad, guardo de esta etapa un grato recuerdo. A veces con añoranza. En ocasiones creo que fue apasionante.
   Y dejamos aquella fructífera etapa en la que se publican los expedientes administrativos de Unamuno y Ramón y Cajal, o se edita el disco «Música de los maestros de capilla de la catedral de Oviedo», o el álbum con música de Pablo Casals que inaugura la colección «Discodocumento» y un largo etc., de actividades culturales capaces de ser fiel reflejo de la personalidad humanística y sensible de Juan Luis Iglesias Prada.

   -La memoria es un sinfín de lagunas, tal vez muy juntas, pero casi siempre desconexionadas entre sí. Por ello omito preguntarte por otras múltiples facetas de tu vida y ahora paso a plantearte cuestiones más próximas. Por ejemplo, ¿Qué te parece la creación del título de Langreano de Honor por Festejos de El Carbayu?

   — Su creación merece un juicio altamente positivo por cuanto tiene de reconocimiento público de las personas, entidades o instituciones que han sentido y sienten a Langreo como algo propio. Por otro lado contribuye a que los langreanos que viven aquí conozcan a aquellos que, por razones mil, pueden encontrarse en otros puntos.

   - ¿A tu juicio quién merece también alcanzar este título?

   — Cuando menos hay una institución que lo tiene bien merecido: el Hogar de Ancianos de Ciaño, o si se quiere la comunidad religiosa que durante muchos años ha venido realizando en él una desinteresada labor de asistencia social, humanitaria y de caridad.
   Igualmente son todos dignos aquéllos que hayan acreditado una preocupación y desvelo por atender y resolver cuestiones importantes en todos los ámbitos de la vida del Valle, tanto desde el punto de vista industrial o económico, como desde el cultural o social; personas que hayan dedicado una parte de su vida a hacer más fácil y grata la convivencia, e incluso la vida misma, siempre que ese esfuerzo sea hecho con generosidad; con altura de miras y sin esperar ningún tipo de compensación, sea de la índole que sea. Y entiendo que no es relevante para alcanzar este precioso título haber nacido aquí en Langreo. Ese dato no es definitivo. Lo que debe reconocer Langreo es la dedicación de las personas a sus problemas, a la aspiración de una convivencia más rica, esto es mucho más importante y es patrimonio de todos, sean o no, nacidos en Langreo.
   Desde hace muchos años, y aunque sea desde lejos, vengo viviendo con mucha preocupación la evolución de la problemática langreana. No estando en mi mano aportar soluciones concretas, me dije que lo que a mí me quedaba como langreano era la esperanza, entre otras razones porque veía que estábamos asistiendo a esa crisis socio-económica del Valle del Nalón, en general, y de Langreo en particular, y como ésta era la primera ocasión que tenía de dirigirme a todos los langreanos, quise hacerles llegar mi esperanza porque no todo se agotaba en aquellos momentos, porque había un futuro, una esperanza activa, y esa fue la línea maestra sobre la que quise comunicarme. Y hoy, como ayer, sigo pensando existe un lugar para la esperanza y que esa esperanza será realidad con un proyecto común, con una actitud activa e inconformista por parte de todos.

   - Si en aquel entonces hubieras sabido que tu pregón iba a publicarse, ¿Hubieras cambiado algo?

   — No. Y te digo esto plenamente convencido, no en vano, las veces que lo he leído en el transcurso de estos años, confieso me parece ajustado e incluso me satisface. Tal vez el hecho de haberlo escrito en unas horas, de un tirón, y la víspera de ser pronunciado, hayan servido para conseguir una de las cosas más directas y sentidas de cuanto he escrito, ya conoces mi afición a escribir desde los años juveniles, y que aún hoy cultivo.

   Y esa esperanza de la que Juan Luis nos habló, permite vencer la amargura que el mismo Luis Cernuda nos describe con precisión: «Amargos son los días / de la vida, viviendo / sólo una larga espera / a fuerza de recuerdos», porque evidentemente Juan Luis no ha cortado sus raíces langreanas, porque las cultiva con familia, amigos y conocidos; porque los niños del colegio de educación especial son un vínculo de humanidad agónica, de amor y rebeldía con otros langreanos, menos afortunados, pero igualmente langreanos y convecinos.
   Madrid está lejos en la distancia física, pero el langreanismo, la familia, los amigos, la conciudadanía no conoce distancia, y éste es el caso de Juan Luis Iglesias Prada que blasona, con legítimo orgullo de su Langreo natal, y del título que le dieron sus paisanos con indudable justicia, el de Langreano de Honor.