LANGREO : II Encuentro anual - 2008

"EL PATRIMONIO HUMANO DE LANGREO "

Javier Fernández Vallina

Presentación de Emiliano Fernández Vallina

Conferencia

    Por hache o por be, la casualidad en forma, claro es, de ese gran organizador que se llama Florentino, hacen e hicieron que sea yo quien tenga que presentar a mi hermano, lo cual no es muy normal, pero todo no va ser lo que dicen las normas. Y en eso de poner en juego a dos hermanos hay precedentes. Salvando las distancias, como Javier Fernández Vallina se dedica fundamentalmente en la vida profesional a estudios bíblicos, no estará mal recordar a Isaac y Jacob, aunque ni en esto quedo bien, porque, al menos por ahora y parece que definitivamente, más pelo tiñe él que yo. De lo que no cabe duda es de que, como en el Antiguo Testamento, él hermano menor en edad es de mayor relieve que el hermano mayor, y, como en el relato bíblico, de más alcances e inquietudes.

Emiliano1    Superfluo parecería, tratándose de su tierra y habida cuenta de que tiene infinidad de conocidos, hacer una enumeración de los méritos que concurren en él. Pero, por si acaso hay quien no lo sepa, voy a hacer un pequeño repaso, y luego, si procede, poner ante vosotros algún ejemplo anecdótico de su vida. Como se enmarca todo este acto en el lema y ocasión de Langreanos por el mundo, primero la faceta mundial, luego la más doméstica.

    No hay que decir que nació en Sama, pasada la mitad del siglo XX, que aquí se cristianó y fue monaguillo, que aquí comenzó su aprendiza-je, aquí comenzó sus estudios con mucha aplicación y grandes notas. Años langreanos de Javier, que fueron poniendo los resortes de su posterior trayectoria: alumno de las Dominicas, de cuya época sólo voy a rememorar la mirada de esperteyu, todavía visible en las fotos, por cierto -y es señal de que pertenece a otra generación- de mejor calidad que las mías, fotos, digo, del patio del colegio cabe el parque, sentado a lo sioux en medio de aquel coro de guajinos con mandilón, que por entonces no se podía ni pensar en que se llamarían babys. De los árboles del parque y de los camininos de tiza por las calles con las fichas de ciclistas, para los años del bachillerato, saltó a los fríos de León, a la Virgen del Camino, etapa que acabó con el curso Preuniversitario en el Instituto nuevo de Sama, recién estrenado. Inquietudes, ya desde esa época, muchas, que generaban alguna pequeña duda: pudimos tener, en lugar de un eminente filólogo, desde un polémico teólogo a un médico de pro. Pero al final tiraron más las letras.

    Así que puso sus reales primero en Salamanca, como si quisiera emular a aquellos próceres del siglo de oro, que, sólidamente formados en la universidad salmanticense, saltaban a los más altos cargos de la administración del reino. Enseguida los puso en Madrid, para concluir en la capital mayor la licenciatura en Filología Semítica. Prosiguió allí sin perder comba los grados todos de la carrera universitaria: después de la licenciatura, el doctorado, y ya doctor, accede, sin pausa hasta hoy mismo al profesorado, que lo es como profesor numerario de la Universidad Complutense. Pero hay que decir que con eso, con no ser moco de pavo, no se conformaba. Siempre quiso gobernar un poco, quiero decir llevar un poco el gobernalle de la res publica , esto es, no estar ausente de los asuntos públicos. Sea como fuere, si no el gobernalle, llevó las riendas de unos cuantos puestos de gobierno: primero fue Vicerrector de la Universidad Complutense, algo más tarde de la Dirección General de Universidades, después, del Gabinete del Ministro de la Presidencia y, en fin, aquí casi huelga decirlo, de la Consejería de Educación y Cultura de este Principado durante cuatro largos años. Sí, como quien no quiere la cosa, no supo negarse a dar el callo, y este langreano, curtido en las lides nacionales, topó con el menester de ser, de la noche a la mañana, consejero del gobierno del Principado de Asturias. Hasta aquí, el resumen del proceso de honores, el cursus honorum que decíen los romanos. Bueno, todo lo hay que decir, honores y desvelos, pues a los inherentes a ese tipo de actividad, había que citar que iba a vivir cuatro años a caballo entre el cargo y la carga en Oviedo y el descanso semanal, o viaje de ida y vuelta, en Madrid. Pues en Madrid seguían esperándolo los de casa, sus amores más íntimos: Covi, colega en la docencia y más que eso, su mujer, siempre alegre con él, sea cantando en un coro, sea en congresos por el próximo Oriente, y sus dos hijas, como diría Jovellanos esclarecidas y digo yo que magníficas sobrinas mías, María y Marta, ¿cómo no?, una, pintora de vanguardia, otra inquieta e incipiente historiadora.

    Y ahora lo doméstico, como os anunciaba antes. Desde los años de bachillerato, sino antes, acompañó su estudio con otras facetas. Voy a traer a colación una tan sólo: la afición a la música. Tengo que decir que un poco de envidia tenía yo a mi hermano, pues sabía solfeo de pequeño, y me entró un poco más al ver llegar a los Reyes Magos con la primera guitarra que entraba en casa, y que, naturalmente, era para él. Fue miembro del coro Santiaguín, y alguna excursión memorable hizo perteneciendo a él. También en Salamanca formó parte del coro universitario, bien acompañado de su novia por aquel entonces, que no era otra que la Covadonga que cité antes, y como se ve, la cosa no estaba hilvanada con alfileres: hoy siguen como entonces, jóvenes y animosos. Antes dije que tenía inquietudes. Tenía e inculcaba, por lo menos los efectos de ellas. Emiliano2En los tiempos de estudiante salmanticense, fruto de aquella inquietud y afán de cambiar la marcha de la historia, no i dio por otra cosa que por encerrarse en un aula de la propia Facultad, junto a un puñado de osados, y hacer frente al estado (con minúscula) de cosas del poder establecido, en una larga jornada, incluida la noche, memorable en los anales universitarios. Que i lo digan si no, a dos asturianos que por allá ejercían en aquel tiempo. Uno, el rector, el otro, el su hermanu que andaba por allí dando los primeros pasos de profesor. P'a qué contar el sustu... que llevé yo al decirme el decano que entre aquellos díscolos sans culottes , “está tu hermano”. Lo del susto se explica: imagináos todo aquel recinto rodeado por la Policía Armada y bien armada. Menos mal que no acabaron en el trulo. Hablando de armas, si es que no me alargo demasiado, una vez que venía él de Suiza, a donde había ido a trabajar de pinche a un restaurante de una conocidísima cadena, por aquello de compartir la dura realidad del emigrante, fui yo a buscarlo a la frontera. Allí no hubo problemas, pero empeñóse en ir a saludar al árbol de Guernica. Y allá fuimos. Sería el año 70 más o menos. Pues hete aquí que en un recodo del camín, páranos la guardia civil. Bajamos la ventanilla del coche y al instante entra el cañón de una metralleta, todavía como las de la segunda guerra mundial, por delante de unos bigotes arquetípicos del cuerpo. Lo consabido: “¿de dónde vienen, a dónde van? Bájense inmediatamente y abran el maletero”, etc. Todo esto, lloviendo no sé cuánto. La cosa no fue a más, acabó por saludar el guardia y vimos el centenario árbol, aliviados del susto repentino, mientras peroraba sobre los fueros el futuro consejero.

    Queda lo principal del enunciado, que son los años suyos langreanos, pero eso mejor lo dirá él. Yo doy fe de que langreano lo es, y nada menos que hijo de Iluminado y de Lolina. Para mí, y estoy seguro de que él siente lo mismo, este es su activo principal. ¡Todo se lo debemos, los dos, a nuestros padres! Además de la vida, baste decir que sin su sacrificio inmenso e impagable no habríamos podido escalar ni un peldaño de nuestra trayectoria vital, tanto material como espiritualmente. No podía faltar aquí este recuerdo.

    Permitidme una pequeñísima anécdota todavía. No sé si en la rapidez de reflejos y en los deseos de ver mundo que siempre mostró Javier tendría algo que ver algún empujoncín, no sé si llamarlo perrería, que mi gran amigo Pano y yo i dimos en el parque de Sama. Alguna vez que nos dejaba Lolina dar un paseo con él en el coche de capota mientras iba ella a hacer un recadín, poníamos en el parque los dos amigos a cosa de treinta metros, por donde estuvo la maquinina del tren, en un extremo Pano y en el otro un servidor, lanzábamos el carricoche a ver quién se aproximaba más y más rápido a la meta establecida, anticipándonos a la subida de Santo Emiliano. Y coses del ángel de la guarda: nunca volcó ni i pasó nada.

    Total: vocación de saber, estudio de la Biblia, inquietud por la verdad, manejo de las armas dialécticas, ansia de pública intervención, afán de justicia, espíritu abierto a lo nuevo, dispuesto siempre a la generosidad, ciudadano del mundo y amante de Langreo.

    Ésta, si no me engaño mucho, podía ser la presentación de ese langreano que es el mi hermanu. O por mejor decir, esta es una presentación, un poco larga, pero parcial por no completa, de Javier Fernández Vallina.

    Buen chaval, listu bastante, un poco aficionau a la vida política sin perder el compás de lo que debe ser en la vida lo justo y aspirando a que lo de todos sea un poco mejor, sin poner peros nunca a dar el callu. Un langreanu capaz, un ejemplo sin duda de lo que da esta tierra, de lo que nace en Sama.

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